Mensaje final del 8º Encuentro de la Red Latinoamericana de Centros e Institutos de Pastoral de Juventud


Llego la hora, la hora es esta...
Si conocieras el don de Dios y supieras quien te pide de beber,
tu misma le pedirías y él te daría agua viva.¨ (Jn 4,23ª.10)


Hermanos y Hermanas que acompañan el trabajo con los jóvenes en esta tierra latinoamericana:

Nosotros, Centros e Institutos de Pastoral de Juventud Latinoamericanos, nos reunimos en Buenos Aires, Argentina, entre los días 23 al 28 de septiembre de 2005, para reflexionar sobre “El acompañamiento en la maduración de la fe del joven en el contexto de la realidad Latinoamericana”. Nos hemos preguntado sobre la calidad de nuestro acompañamiento en la acción evangelizadora desarrollada junto a la juventud de nuestro continente. De esta reflexión, surgen las siguientes constataciones y cuestionamientos que ahora compartimos con ustedes.

Acompañamiento como opción de caminar juntos
El acompañamiento es una dimensión fundamental de la vida. Ninguno de nosotros consigue vivir solo, necesitamos de los demás para caminar, participar, construir nuevos caminos y ayudarnos en la búsqueda de respuestas a las preguntas fundamentales: ¿Qué rumbo seguir? ¿Cómo ser feliz? ¿Qué lugar ocupan las otras personas en mi vida? ¿Qué mundo deseo construir? ¿Qué elegir entre tantas opciones? o ¿Qué considerar para hacer estas elecciones?

Nadie llega a estas respuestas sólo o de forma repentina; es todo un proceso, que parte de nuestra historia personal, de las opciones ya realizadas, de nuestra afectividad, de las dimensiones que nos van haciendo personas, de la vocación que escogemos asumir, y del Proyecto de Vida que construimos. Para todo esto es fundamental contar con la presencia de personas que caminen junto a nosotros.

El mismo Jesús vivió esta opción de acompañar y ser acompañado. En el cumplimiento de su misión, siempre eligió caminar junto con las personas. Tanto los ayudó a encontrar las respuestas fundamentales para sus vidas, como dejó que éstas lo ayudasen a hacer realidad el camino de vida en abundancia que él soñó para todos.

Acompañamiento: herramienta para contribuir a la construcción del Proyecto de Vida del joven protagonista
La vida en abundancia, en el contexto de América Latina, es un sueño que necesita de la juventud para ser hecho realidad. Es fundamental que el dinamismo y la creatividad de la juventud la lleve a ser parte del proceso de transformación de la realidad, participando de los espacios de decisión y asumiendo posturas claras y fundamentadas frente a las situaciones de exclusión e injusticia con las que está marcado el rostro del pueblo latinoamericano.

En este contexto, acompañar al joven no significa tener: ni una pastoral asistencialista, ni una pastoral desligada de la realidad. Al contrario, implica un proceso de educación en la fe que lleve a los jóvenes a la construcción de un proyecto de vida fundamentado en la propuesta de Jesús y que responda a sus necesidades personales y comunitarias. Supone una pedagogía que parta de la realidad y retorne a ella para recrearla en forma mas fraterna, humana e liberadora.

El encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo de Jacob (Jn. 4) revela muy bien esta pedagogía del acompañamiento. Él se aproxima a la mujer a causa de algo banal: está con sed y no tiene un balde para sacar agua del pozo. Esa necesidad humana provoca un encuentro que desencadena un proceso de preguntas y respuestas, invitaciones y acogidas, dialogo y verdades. En los ojos tiernos y acogedores de Jesús, la mujer samaritana ve su propia vida, reconoce su identidad y dignidad y percibe que trae consigo una sed no saciada. Ante esta experiencia vivida, expresa el pedido: “Dame de beber”


Acompañamiento como ministerio y vocación
El joven de hoy también busca distintas formas de saciar su sed y precisa de personas que lo acompañen en la búsqueda de nuevas fuentes. Acogidos en su historia, cuestionados en sus opciones, reconocen la importancia de contar con personas que los acompañen, pero que: ni respondan por ellos, ni se muestren indiferentes a las preguntas que ellos se hacen y que los desaniman. Necesitan de personas que los acompañen en ese momento y en su proceso de discernimiento.

Mas no puede ser cualquier persona, no basta con solo tener buena voluntad, el acompañante requiere una formación seria, sistemática, articulada con diversos saberes. El acompañante debe estar capacitado de acuerdo con la propuesta latinoamericana de los Procesos de Educación en la Fe y en las dimensiones de la formación integral inculturada en la realidad del joven y debe considerar las diferentes etapas del proceso personal y comunitario. Debe también recordar que en éste ministerio, los acompañantes no deben estar solos, sino construir espacios para compartir las alegrías y desafíos que son parte del trabajo con la juventud. Este compartir permite generar propuestas de acción para que el acompañamiento sea Buena Noticia para la vida y los proyectos de la juventud.

Es necesario que el acompañamiento sea incluido como parte del Proyecto de Vida de quien acompaña y no como una mera función o tarea, pues el acompañamiento es ministerio y vocación, que debe tener siempre como foco y referencia al joven. El protagonismo tiene que ser suyo y el papel del acompañante garantiza la integración del joven en distintos espacios, desarrollando procesos de acompañamiento que lleven a la acción y formen para el compromiso.

Como Jesús creyó en la samaritana, nosotros reafirmamos, como Centros e Institutos trabajando en Red, nuestra creencia en la juventud y la necesidad de desarrollar una propuesta de acompañamiento encarnada y liberadora. Asumimos el compromiso de generar y fortalecer procesos colectivos de investigación, reflexión, sistematización y socialización sobre las diferentes propuestas que puedan contribuir a la formación de acompañantes que se pongan al servicio del protagonismo de la juventud.

En consonancia con los obispos reunidos en Santo Domingo, también convocamos a la juventud a ser “fuerza renovadora de la Iglesia y esperanza del mundo”. El mundo precisa que los jóvenes dirijan su potencial de transformación para ocupar espacios de participación social, cultural y política. La Iglesia precisa de los jóvenes para ser comunidad de seguidores de Jesús, participativa y dirigida a la misión de construir la Civilización del Amor.

Buenos Aires, Argentina, 28 de septiembre de 2005